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LA
MIRADA FEMENINA Y EL DISCURSO DE LA DIFERENCIA
por Andrea Giunta
Dra. e investigadora de la facultad de Filosofía y Letras,
Universidad de Buenos Aires, directora del CeDIP (Centro de Documentación,
Investigación y Publicaciones), curadora, crítica.
Ponencia
presentada en el 1re. Coloquio Latinoamericano de Estética
y Crítica “Los signos del Arte”, organizado
por la Universidad de Buenos Aires y la Asociación Argentina
de Estética en el Centro Cultural Recoleta, Ciudad de Buenos
Aires, del 3 al 5 de noviembre de 1993. Monografía V Bienal
de La Habana, 1994.
LA
MIRADA FEMENINA Y EL DISCURSO DE LA DIFERENCIA
Existe
un arte "de mujeres"? Puede hablarse de características
especificas de un arte de mujeres y de un arte de varones que
nos permitan establecer corpus diferentes? Estas preguntas activan
un campo conflictivo en el debate estético actual y generan
diversas y enfrentadas respuestas. ¿Es la presencia temática
de quien lo hace, un actor necesariamente femenino o es la manera
de hacerlo, la presentación de ciertos datos que nos hablan
de una peculiar sensibilidad femenina, casi de una marca del cuerpo?
¿Es la conciencia acerca de la condición discriminada
de lo femenino o, mejor, es la conciencia acerca de que la discriminación
de lo diferente no es un problema que afecte exclusivamente a
las mujeres?
No parecería suficiente establecer diferencias a partir
de una autoría sexuada. Que sea una mujer quien realiza
la obra no supone características determinantes. Puede
plantearse lo especifico femenino como una opción temática
y/o expresiva dada por la posibilidad de recurrir a una iconografía
evocadora de lo-femenino (la mujer hablando de su mundo a través
de objetos femeninos) o, también, por una determinada manera
femenina de decir: ciertas texturas pondrían en escena
una sensibilidad diferenciada, un modo de estructurar la materia
y la forma caracterizable como femenina. Podría diferenciarse
también - como propone Nelly Richard- una forma desbordada
y desestructurante que caracterizaría al discurso femenino,
opuesta a una manera racional y conceptual que correspondería
al discurso masculino. En este sentido, afirma Nelly Richard,
"Mas que de escritura femenina, convendría entonces
hablar -cualquiera sea el genero sexual del sujeto biográfico
que firma el texto- de una feminización de la escritura…
Cualquier literatura que se practique como disidencia de identidad
respecto al formato reglamentario de la culture masculino-paterna;
cualquier escritura que se haga cómplice de la ritmicidad
transgresora de lo femenino-pulsional, desplegaría el coeficiente
minoritario y subversivo (contradominante) de lo "femenino".
(1)
El discurso feminista expande sus posibilidades cuando se convierte
en un instrumento de análisis no necesariamente utilizado
por mujeres y no exclusivamente centrado en el análisis
de la problemática feminista. Hacer concientes las-formas
en las que se estructura el poder desde la perspectiva de género,
permite focalizarlas desde un lugar critico diferente. El género
como categoría analítica permite preguntarse acerca
de la relación de la experiencia femenina y masculina,
acerca de cómo funciona el género en las relaciones
sociales humanas, acerca de como el género da significado
a la organización y percepción del saber histórico.(2)
La sustitución del término° "mujer"
por el de "género" en los estudios feministas
de la década del ochenta, sugiere que la información
sobre la mujer es también información sobre el hombre,
que el estudio de uno involucra el estudio del otro. Más
que hablar de esferas separadas, propone una mirada que impide
el estudio aislado de la esfera femenina como dotada de una esencialidad
indeterminada. El concepto de género permite señalar
las "construcciones culturales", la creación
social de ideas sobre los roles de la mujer y del hombre. Como_
afirma Joan Scott, "El género es, en esta definición,
una categoría social que se impone sobre un cuerpo sexuado.
[ …. ] El uso del género enfatiza un sistema entero
de relaciones que puede incluir el sexo, pero que no esta determinado
directamente por él o por la sexualidad" (3) Si se
analiza la diferenciación sexual desde la propuesta deconstructiva
de Derrida, debe negarse el carácter inmóvil de
la oposición binaria masculino/femenino y analizar el modo
en el que esta opera en cada contexto.
En un sentido mas amplio, el discurso feminista se potencia cuando
se extiende su abanico crítico, cuando se acciona como
forma de poner en evidencia el funcionamiento del poder y sus
múltiples estrategias. Desde esta perspectiva, el problema
no pasa solo por la diferenciación sexual, sino también
por la crítica hacia los fundamentos (fundamentalismos)
de toda diferenciación discriminatoria.
Quisiera proponer el análisis de algunas de estas cuestiones
a partir de las pinturas e instalaciones de la artista Alicia
Herrero considerando la manera intencionada en que se apropia
de un repertorio simbólico estructurado para realizar un
sucesivo trabajo de crítica y desglose.
Alicia Herrero recurre a diversas maneras plástico simbólico
de poner en escena estructuras heredadas para implementar estrategias
que las filtren y las desestucturen. Su lectura de un universo
prefijado se impone desde un lugar individual: ser nieta de español
de Salamanca, herrero forjador de herraduras, artesano. Esta condición
queda fijada -en las obras que realiza en 1991- en la imagen de
un caballo corriendo, horadada en una chapa, impresa en el soporte
de la tela. Imagen repetida, serializada, sumergida en un ritmo
pautado, controlado y controlable. Un elemento simbólico
sometido a un orden que le permite la manipulación. Desde
su estirpe personal es también posible leer la estirpe
colectiva y heteróclita - generada con el auge inmigratorio
que enriqueció nuestra modernidad-, de tantas otras mujeres
y hombres descendientes también de españoles, de
italianos, de judíos... Alicia Herrero (en su nombre repercute
su legado) sintetiza en el caballo una herencia y un orden, referencia
masculina que va a definir un polo en el territorio de sus diagramas,
en torno al cual acciona un discurso desestructurante y cuestionador
que trabaja desde la partición y ocupación simbólico-significativa
del campo visual. Las ánforas y las frutillas (útero
y deseo), delimitan el territorio propuesto que penetra y avanza
sobre el heredado. ("Quien guarda el deseo", 1991)
"Tomar
no ha bastado jamás al goce". La frase, como parte
de una instalación que reúne en una mesa frutillas
("El deseo es una frutilla madura", 1991), funciona
como sentencia e incitación. La sensualidad y la provocación
de la imagen se potencian por la transparencia (un orden permeable)
de la tela que cubre la mesa y la luz que la pone en evidencia.
Las frutillas son también los cuerpos ofrecidos como espectáculo
de un sexo que se exhibe pero no se brinda. El gesto doblemente
perverso de mostrar sin dar y de ver sin atreverse a tocar. Un
juego retórico en torno a los discursos televisivos y publicitarios,
y un sutil cuestionamiento de su acción mutiladora.
Pero la exhibición del cuerpo no es hoy una situación
exclusivamente femenina. En obras como "La situación"
(1993) el polo masculino se hibridiza y se contamina trabajando
en torno a la construcción de identidades en este fin de
siglo massmediatico. El cuerpo deseable, "plástico"
como un guante de goma, seriado, al quo superpone repasadores
y frutillas (la casa y el deseo), son mostrados como signos de
una estética bisexual que cruza y cuestiona las identidades.
El orden heredado es presentado e interceptado en la superficie
por medio de la confrontación y el desplazamiento ("El
deseo es una frutilla madura", 1991), o por la superposición
de registros que se entremezclan con sus signos de la herencia
("Reciclaje afectivo", 1991).
Correr el marco a los bordes es otra manera de poner en cuestión
la legitimidad de las jerarquizaciones pautadas, descolocando
el instrumento de demarcación a las zonal marginales, no
centrales, a los bordes donde la narración se ausenta ("Cuatro
caballos", 1991). Y es en ese campo-soporte sin marco, rodeado
por marcos de ausencias, donde transcurre la historia, donde se
interceptan jerarquías por un juego de inversiones. ("Cruce
de dos culturas", 1991)
Filtrar, fisurar, mezclar, son operaciones que realiza desde un
discurso racional: la palabra y el crucigrama. Ordena en damero
imágenes y palabras arbitrando el sentido de los cruces,
interpelando el sentido dado con el
sentido propuesto. La palabra también fija y detiene el
poder evocador de la imagen. Así, en la taza incrustada
en la pared, cementada como taza-casa en la negación de
su carácter circunstancial y transitorio, el texto remite
al desarraigo y al exilio, marcas ineludibles que atraviesan su
(nuestra) veneración: "Nada ofrecía esperanza
no tenia hogar al cual regresar" (Cup, 1992, instalación).
Alicia Herrero emprende una lectura intencionada y critica del
orden simbólico prestigiado por las codificaciones totalizantes,
partiendo de la iconografía de un orden cotidiano, ligado
a los usos marginados por las pautas que legitiman la competencia
discursiva: el "saquito" de té ("Sobre soportes",
1991), el guante de goma ("Acerca de mama (R.)", 1992),
el moldes de torta ("Moldes con alas", 1992), el repasador
("Nada hay", 1993). Objetos (bajos), signos degradados
de un imaginario instituido de lo femenino, que se cargan de múltiples
y afilados sentidos al ironizar sobre los órdenes prefijados
e instituidos. No es solo asumir un orden domestico, que reivindica
un hacer manual, entronizando sus objetos, sino también
hacer de estos objetos los ejes simbólicos de una jerarquización
que cuestiona la heredada y "legitima".
Contra la autoridad del signo codificado que ordena y divide el
universo en sexos y sistemas Políticos, en un presente
político-social en el que la corrupción constituye
una de las marcas globalizadoras del accionar político,
los instrumentos de limpieza domestica son presentados como armas/herramientas
de cuestionamiento y formulación de un programa ético
desde lo femenino desjerquizado. Propone el camino errático
de la prueba y la permanente necesidad de verificación
y corrección del funcionamiento domestico frente a lo prefijado,
a lo que no se somete a nuevas confrontaciones. El dispositivo
del repasador y del crucigrama juegan como soporte en el que lo
masculino y lo femenino, las ideologías y los sistemas
políticos se muestran como signos en préstamo, itinerantes,
abiertos a los intercambios ("Comentario acera de la 'toma'",
1993). Las telas membranosas, traslucidas aparecen coma signos
hogareños de un orden que sugiere mas que imponer, que
seduce mas que castigar, que se instala sobre pautas permeables
y plurales antes que en el código escrito.
Alicia Herrero construye su discurso partiendo de la diferenciación
de géneros estructurada desde sus circunstancies biográficas
(la herencia paterna y materna tanto como su propia historia).
Pero su separación de géneros escapa a una formulación
inmóvil, sus propuestas parten de una subjetividad en proceso
quo recurre e la diferenciación del Otro como sujeto masculino
(4) y a la articulación de estrategias discursivas orientadas
a filtrar y fisurar los ordenes instituidos y heredados.
Notas
(1) Nelly Richard: masculino/Femenino: practicas de la diferencia
y cultura democrática, Santiago de chile, Francisco Zegers
Editor, 1993: pp.35-36. La idea de una forma masculinizada del
discurso y una femenina propuesta por Nelly Richard ha sido discutida
por Martin Hoppenheim: "Exposición sobre el libro
de Nelly Richard", en Debate Feminista No.8, 1993, pp.310-315.
(2) Joan Scott: "El genero: una categoría útil
para el análisis histórico", en Maria Cecilia
Cangiano y Lindsay Dubois: De mujer a genera. Teoría, interpretación
y práctica feminista en las ciencias sociales. Buenos Aires,
CEAL, 1993, pp. 17-50.
(3) Ibid., p. 22.
(4) Marilyn Strathern: "Una relación extraña:
el caso del feminismo y la antropología", en Cangiano-Dubois:
Op.Cit., p.64.
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